-"La más reciente fue la de hace dos semanas. Usted me mandó una pomada tópica que por cierto cuando me la unto me arde y por eso la dejé de usar."
-"¿mjhaaa?" - mueve ligeramente la cabeza.
-"Sí, de verdad que ya estoy preocupada porque creo que cada semana me pasa algo diferente..."
-"Se tomará una cada seis horas" -dice mientras anota en la receta- "Esperaremos los resultados de los análisis. ¿Cuándo le tocan?"
-"En la siguiente semana. Por cierto, cuando deba hacerlos ¿suspendo las pastillas?"
Mueve la cabeza en señal de afirmación mientras sigue mirando el procesador -"Acá tiene"
-" Gracias".
Cuando se tiene angustia por un malestar corporal lo que se quiere tener a la mano es un buen doctor y, por supuesto, dinero para pagarlo. Si esos dos detalles fallan pues no le queda a uno de otra: el Imss.
En la clínica 2 de Puebla aparece en la entrada una manta que informa sobre las nuevas adquisiciones de aparatos radiológicos. Lo cual es bueno, puesto que ayudará a que los diagnósticos médicos sean certeros. Sin embargo, las novedades médicas se reflejan mínimas comparadas con la cantidad de derechohabientes que sobrepasa a la cantidad del personal médico por lo que resultan insuficientes los tiempos que ellos brindan para una consulta digna, pues a lo mucho se tardan con un paciente un aproximado de 10 minutos, sino es que menos. Lo anterior se reconoce pues la secretaria lo dice al momento de dar la tarjeta de citas: "Rosa a las 2:00; Bernardo a las 2:10; Fabián a las 2:20..."
Ahora bien, si al menos los doctores te vieran a los ojos, te auscultaran para dar un diagnóstico preciso, te preguntarán cúál es tu estilo de vida, qué haces diariamente, en dónde convives, con quién vives. No sé, quizá en la pantalla de su computadora se encuentran las claves maestras que diagnostican más rápido que ellos, les dan indicio de las posibles enfermedades del momento; quizá la tecnología ha llegado tan lejos que da resultados al instante y yo pidiendo más humanidad de mi doctora. Soy quejumbrosa.
Ahora bien, si al menos los doctores te vieran a los ojos, te auscultaran para dar un diagnóstico preciso, te preguntarán cúál es tu estilo de vida, qué haces diariamente, en dónde convives, con quién vives. No sé, quizá en la pantalla de su computadora se encuentran las claves maestras que diagnostican más rápido que ellos, les dan indicio de las posibles enfermedades del momento; quizá la tecnología ha llegado tan lejos que da resultados al instante y yo pidiendo más humanidad de mi doctora. Soy quejumbrosa.
Otro aspecto que me ocupa son los medicamentos, desconozco cuáles tienen a la mano para sanar al paciente: paracetamol, acetonida con fluocinolona, butilhioscina...son los que pude ver que le dieron a la mayoría de la gente en la farmacia. Quizá todos estaban enfermos de lo mismo y yo con mis sospechas absurdas. Sí soy quejumbrosa, creo que sí.
Recuerdo que a principios de este mes, precisamente cuando la médico me recetó butilhioscina, el encargado de farmacia me dio una medicina que se llama difloxacilina. Al percatarme del cambio de medicina, regresé con la doctora y disipó mis sospechas, efectivamente el encargado se equivocó. Expuse mi malestar con el farmacéutico, pidió disculpas, claro, pero aún me pregunto: ¿qué hubiera pasado si no me hubiera percatado?, ¿qué pasa con la gente que desconoce las fórmulas de los medicamentos y se los lleva a casa?
Quiero evitar ser temerosa, pero en los últimos dos meses he ido a dicha clínica por el mismo síntoma en cuatro ocasiones y he recibido medicamentos distintos. ¿Miedo? Sí. ¿Pánico? Ya me acostumbré. Los pocos integrantes del servicio médico y el poco tiempo para un diagnóstico preciso son él resultado de un programa que ya es caduco y requiere una modernización de raíz.
En uno de los periódicos murales se pueden leer los derechos de los pacientes entre ellos uno que dice: "Tienen derecho a una segunda opinión". Espero que me la hagan válida antes de que empiece a escribir mi epitafio.